A veces se me escapa la humanidad y el dolor, y sólo deseo ser una nada de sentimientos. E inmediatamente, hay manos recordándome que sigo teniendo un alma que dañar. Arañan, desgarran lo que parecía no habitar en mi.
Voy bañándome en acero y sal a escondidas y ya ni las caricias penetran a mi piel.
Paga el precio, paga la deuda. Arriesgue, aposte y perdí.
Soy lo maldito, lo impuro, el diablo vestido de azul.
Mi soledad me insulta, me escupe y avergüenza. Me grita que no soy nada, me muestra el vacío, la ausencia, me apaga.
Viví en el infierno, de donde nadie se escapa.
Allí aprendí lo que realmente te mata.
A sus puertas abandoné mi inocencia
como si fuera una capa.
Dormí en el infierno, sintiendo el frío devorarme.
Salí del infierno...
Y el infierno no salió de mí.